El zoo de cristal

Introducción:

La acción de El zoo de cristal  tiene lugar en el departamento de la familia Wingfield, en Saint Louis, Estados Unidos, en la década de 1930. Los hechos de la obra están teñidos por el recuerdo: Tom Wingfield es el narrador y protagonista de la obra, y se ubica en la escalera de incendios del edificio para dirigir sus monólogos a público. El narrador habla desde un presente cuya fecha no se explicita, pero que parece remitir a la época en que se estrena la obra por primera vez (1944, 1945), ya que Tom constantemente hace referencias indirectas a una atmósfera de violencia producto de la Segunda Guerra Mundial.

Análisis:

Narrador y Punto de Vista:
Aunque, siendo una obra de teatro, técnicamente no tiene narrador, Tom Wingfield, su protagonista, también es el presentador o narrador. La acción, por lo tanto, se presenta explícitamente teñida por la memoria de este personaje.

Tono y Estado de Ánimo: 

El tono general es dramático, con estilo poético.


Protagonista y Antagonista:

Tom es el protagonista y podría considerarse a Amanda su antagonista.


Conflicto Principal:

El conflicto principal se encarna en el personaje de Tom, quien se enfrenta a un dilema: quedarse en la casa y seguir sosteniendo a su familia o escapar y vivir su propia vida.



 Contextualización:  


Resumen

La obra empieza con extensas didascalias que dan indicaciones para la puesta en escena. Se describe el departamento de los Wingfield, una pequeña unidad dentro de un área urbana muy poblada de Saint Louis. Indica también lo que se ve por fuera del departamento: una escalera para incendios y algunas callejuelas que rodean el edificio. A través de una tela de gasa transparente, el público puede ver el comedor y la sala de estar de los Wingfield. Una gran fotografía del padre ausente de la familia cuelga de una pared. También se ve una colección de animales de cristal, el “zoo de cristal” de Laura que da título a la obra. Hay también un fonógrafo con unos viejos discos y una máquina de escribir. En la apertura de la pieza, la tela de gasa sube hasta desaparecer de la vista.

Aparece Tom, vestido como un marinero mercante. En su primer discurso, se compara con un mago, diciendo que él, al contrario de un prestidigitador común, mostrará “la verdad con las gratas apariencias de la ilusión”  Tom se presenta a sí mismo como poeta, e indica que será narrador y personaje de la obra. Dice ante la audiencia que la acción tiene lugar en los años 30, cuando había guerra en España y confusión en Norteamérica. Advierte que la obra es una pieza de recuerdos y que, por lo tanto, no es realista: habrá música, iluminación poco realista y ciertos eventos amplificados o enfatizados, es decir, como se ven los hechos desde la memoria. Describe a los personajes: Amanda, su madre; Laura, su hermana; un candidato que aparecerá más tarde en la obra; y el padre ausente de Tom y Laura, que, aunque no aparezca nunca en escena, es una figura importante. Dice que la última comunicación que envió su padre, luego de abandonarlos años atrás, fue una postal con el mensaje “¡Hola! ¡Adiós!”, sin dirección.

La acción comienza con Amanda llamando a Tom para que se siente a comer, y la tensión en la familia se hace inmediatamente presente. Amanda es amable, pero también demandante y algo cargosa: en la mesa insiste en explicarle a Tom, un hombre adulto que es el soporte económico de toda la familia, cómo masticar apropiadamente la comida. Luego, Laura intenta levantar los platos, pero Amanda le dice que se siente y sea una dama mientras ella hace el trabajo. Tom sale a fumar un cigarrillo y Amanda cuenta una historia que ya ha contado varias veces, sobre uno de sus días de juventud en el que recibió a diecisiete candidatos en una sola tarde. Nombra a todos esos hombres adinerados y cuenta lo que han hecho después con sus vidas. Se lamenta de haber elegido, entre todas esas maravillosas opciones, al señor Wingfield, padre de sus hijos. Luego le pregunta a Laura cuándo empezarán a llegar sus candidatos, y Laura responde nerviosamente que no espera a ninguno. La situación incomoda a Tom. Amanda responde con incredulidad a la insistencia de Laura de que ella no es popular como lo era su madre de joven, en aquel pequeño pueblo de Blue Montain. La escena cierra con Laura comentándole melancólicamente a Tom que a su madre le preocupa que ella se convierta en una vieja solterona.

Laura está puliendo su colección de animales de cristal cuando Amanda llega a la casa visiblemente perturbada. Acaba de descubrir algo que la inquieta. Camino a su reunión de D.A.R (Hijas de la Revolución Americana), Amanda paró en la escuela comercial Rubicam, donde Laura supuestamente estudiaba dactilografía, para avisarle a las profesoras que Laura estaba enferma y no podría asistir ese día, y para preguntar por el progreso de su hija. La instructora se sorprendió porque no tenía registrada a ninguna alumna regular con ese nombre; solo recordaba a una niña muy tímida que dejó de ir después de tomar unas pocas clases. Amanda descubrió entonces que su hija le mentía hacía meses y no iba más al instituto.

Amanda, además de lamentar el desperdicio de los cincuenta dólares para la matrícula, le pregunta a Laura dónde ha estado pasando los días, cuando decía que iba al instituto. Laura, claramente nerviosa, admite que ha pasado todos esos días caminando por el parque o visitando museos, y que se lo ocultó a su madre porque no iba a poder soportar su decepción.

Amanda habla entonces sobre sus miedos: económicamente, Laura no tiene modo de sostenerse por su cuenta, y las mujeres sin maridos ni trabajo terminan humilladas, viviendo en ratoneras, dependiendo de la caridad de alguna cuñada. Le pregunta luego a su hija si nunca le gustó ningún muchacho, y Laura responde tímidamente que en el secundario le gustaba un muchacho llamado Jim. Él solía llamarla “Blue Roses”, apodo que le puso después de escuchar mal a la muchacha cuando ella le contó que había tenido un ataque de pleurosis. De todos modos, leyó en una noticia que Jim estaba comprometido con su novia del secundario, por lo que Laura asume que debe de estar casado.

Amanda le dice a Laura que debe intentar encontrar un marido. Laura responde con profunda tristeza que no podrá encontrar a ningún marido ya que ella está tullida. Amanda le recuerda que no quiere escucharla usar la palabra “tullida”, y dice que Laura solo tiene un pequeño defecto, al que podría sobreponerse si cultivara algo de encanto.

Tom le habla al público desde la escalera de incendios, contando cómo el tema de conseguir un candidato para Laura se vuelve una obsesión para Amanda. El tema surge en todo momento y en toda conversación en la casa, como una presencia constante. Debido a que Amanda, con el fin de recibir candidatos para su hija, necesita dinero para tener su casa de un modo presentable, trabaja buscando suscriptores para la revista de mujeres “La amiga de la dueña de casa”. Vemos entonces a Amanda llamando por teléfono a una mujer cuya suscripción está a punto de terminar. Amanda le dice que debería renovarla, intentando convencerla contándole la nueva novela por entregas que está a punto de salir. En un momento, la potencial suscriptora le cuelga el teléfono.

Luego vemos a Tom y Amanda manteniendo una discusión mientras Laura los escucha a escondidas. Tom y su madre se gritan entre sí. Él le reprocha que haya secuestrado sus libros, y ella le responde que no puede permitir libros como el de “ese demente que es el señor Lawrence” (p. 154) en su casa. Tom protesta diciendo que es él quien paga la renta y quien tiene que renunciar a sus sueños para sostener a su familia. Amanda también está indignada porque no sabe a dónde va Tom todas las noches. Ella no le cree que pase todas las noches en el cine, y está enojada por el estado de ebriedad en el que él, a veces, regresa a la casa. Ella teme que sus constantes salidas nocturnas perjudiquen su comportamiento en el trabajo, y dice que, si a él lo echan, la seguridad de la familia penderá de un hilo.

Tom responde, con enojo y frustración, que él se levanta todas las mañanas para ir a trabajar, aunque odie hacerlo. Y sobre la duda de Amanda acerca de dónde pasa él sus noches, responde con un discurso sarcástico en el que le advierte a su madre que, de noche, él se convierte en un zar del inframundo, conocido y temido como el “asesino Wingfield” o “el Diablo” (p.156), y que sus enemigos planean dinamitar la casa. También se refiere a su madre como una bruja. Cuando intenta abandonar el departamento, accidentalmente golpea el estante donde yace el zoo de cristal y algunas piezas caen al suelo. Amanda se va, furiosa, y Tom, arrepentido y sin poder hablar, se deja caer al suelo y recoge los fragmentos.







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